Víctor Antero Flores
El niño mira amorosamente al hombre dormido sobre el sofá. Sabe que lo quiere. La manta está en el piso. La levanta y lo cobija. Es el único momento del día en que puede disfrutar de la presencia de su padre y aún así, siente miedo. Lo Imagina despertando con amigable actitud, haciendo algún comentario divertido antes de salirse a la calle. Cómo anhela eso y mejor no lo mira más porque si lo despierta... no quiere ni pensarlo. El pequeño imagina que no es malo. Hay tanta paz en su padre dormido que prefiere irse de puntillas, para que el cansado hombre tenga un rato más de felicidad.
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