jueves, 27 de agosto de 2009

El llanto del emperador


Víctor Antero Flores

Sobre el teocali, donde se cuantificaban los astros y se invocaba a los dioses, el emperador de la triple alianza levantaba una plegaria a la estrella más brillante del oriente. Sus ojos se cristalizaron reflejando el brillo de Quetzalcóatl.
—Toda la tierra es una sepultura y nada escapa de ella, nada es tan perfecto que no descienda a su tumba.
Vio hacia Texcoco. Se sintió feliz por un momento. Había llenado a su pueblo de luz: ciencias, poesía, literatura e historia.
Vio hacia Tenochtitlán y recordó sus años de exilio en la ciudad de los Aztecas. Su nombre era Netzahualcóyotl (Coyote hambriento), y bajo esa condición vivió cuando Maxtla usurpó su trono y lo persiguió como a un animal.
Vio hacia Tacuba y sintió orgullo por obrar con sabiduría. Creó leyes y consejos tan dignos, que todos los pueblos del valle los adoptó. Los había de guerra, finanzas, justicia y música.
—Comprendo el secreto ocultado: ¡Oh, mis señores! Así somos. Somos mortales, seres humanos a través y a través, todos tendremos que salir. Todos tenemos que morir en la Tierra. Como una pintura nos borrarán, como una flor nos secaremos. Piensen en esto, señores águilas y tigres. Aunque usted sea de jade, aunque usted sea de oro, usted también ira allí, al lugar de la frescura. Tendremos que desaparecer, nadie puede permanecer.
Y el cielo se rajó y de la herida brotó un chubasco de estrellas, la sangre del cosmos. Era la hora de morir, pues el firmamento se desangraba. Esa estrella alargada era un tajo a su pueblo y el rostro todo se le humedeció.
—Un rato cantar quiero, pues la ocasión y el tiempo se me ofrece, ser admitido espero, que mi intento por sí no desmerece; y comienzo mi canto aunque fuera mejor llamarle llanto.
Sintió impotencia y desahució con el mal presagio, pero saboreó la dicha y regocijo por lo que en la Tierra hizo. Hombre de agrios y dulces sentires. Un día feliz otro triste y a veces triste-feliz. Puso su rodilla en el suelo y oró:
—En ningún lugar puede estar la casa de "el que se inventa". Pero en todos los lugares lo invocan. Es él quien inventa todo. Es él quien se inventa: Dios. ¿A dónde iremos donde la muerte no existe? Mas, ¿por eso viviré llorando? Que tu corazón se endurezca: Aquí nadie vivirá para siempre. Aún los príncipes a morir vinieron, hay incineración de gente.

1 comentario:

  1. Intento una vez más repetir lo que ya antes había escrito. El que se inventa, era conocido de tu protagonista. En un poema suyo escribió que un día al morir, volaremos a la casa de los espíritus. Es bello tu cuento y el cual tejiste como un poema hecho de plumas, como las plumas del penacho de aquel que emeperador. Felicidades por tu Blog en el que los cuentos, son espejo de tus pensamientos hechos poesía y, los cuales son producto de tus invenciones, porque tu tambíen eres el que se inventa, como yo y como todos los demás, nos inventamos hasta que la úmtimainvención nos lleve al único que se inventa a sí mismo y luego nos inventacomo todo lo demás.

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